OJO SECO

El ojo debe producir de forma constante lágrimas y a un ritmo regular para crear la película protectora y lubricante del ojo que permite una visión normal y la confortabilidad del ojo. Al parpadear esta película de lágrimas se extiende por todo el ojo.

El ojo seco se produce cuando la cantidad de lágrimas no es suficiente o su calidad no es la adecuada para mantener el ojo húmedo, lubricado y protegido.

La producción de lágrimas disminuye normalmente a medida que envejecemos. Aunque el ojo seco puede aparecer tanto en hombres como en mujeres a cualquier edad, es más frecuente la afectación en mujeres. Esto ocurre sobre todo después de la menopausia.

Los síntomas más habituales en aquellas personas que padecen el ojo seco son: ardor o escozor, picazón, secreción fibrosa, irritación excesiva con humo o viento, molestias al usar lentes de contacto y lagrimeo excesivo.  Este último se produce como una respuesta a las molestias causada por los otros síntomas.

El ojo seco también puede asociarse a otras patologías, como boca seca, artritis y síndrome de Sjögren.

También una amplia variedad de medicamentos comunes pueden provocar ojo seco ya que reducen la secreción lacrimal. Es importante que informe a su oftalmólogo de la medicación que toma, por si alguno pudiera ser la causa de la sintomatología.

El tratamiento del ojo seco consiste en colirios de lágrimas artificiales. Durante la noche se pueden utilizar pomada de lágrima artificial o bien gotas espesas antes de acostarse.

Las personas con ojo seco deben evitar espacios muy calientes y secos (usar humidificador),  evitar secadores y viento, usar gafas protectoras, y  evitar el humo del tabaco.

El diagnóstico de ojo seco puede ser realizado tras un examen del ojo por parte del oftalmólogo. En ocasiones puede ser necesario realizar un prueba para medir la producción y la calidad de la lagrima (test del lagrimal).